
He puesto esta preciosa foto en mi escritorio. Suena Kids, de MGMT. Me invade la ternura cada vez que cambio de programa y me la encuentro mirándome con desparpajo, vuelvo a sentir el peso calentito de mi sobri jugando al circo encima de mi pobre cuerpo siesteante. Me huele a lapicero y a piel de naranja, que por algún extraño motivo es el olor que desprenden los niños cuando sudan. Es el olor de la vida que anuncia mil sorpresas, como si todo el año fuera verano.
Mañana es el último día de llegar al curro a las 9 y veinte. El lunes empezaré a llegar a las 8 y veinte. Hombre, mejor si llegara a las 8, pero como eso no va a pasar, ¿para qué ponerme metas inalcanzables y augurarme un fracaso seguro? No me quiero tan mal. Ya lo dije un día, a veces, me quiero. Y a veces me quiero tirar de un puente... pero no lo hago que me da miedo hacerme daño.
Empieza el "horario de verano" (léase con voz profunda y un chán-chán-chán de fondo).
Pero miro el tiempo en la pantalla de información del ordenador y sólo salen esas terribles líneas de agua que salpican en la pantalla, salpican mi mirada y la entristecen de inmediato. Jolines, no lo entiendo, tendría que estar haciendo mucho mejor tiempo, me lo merezco; a mí me luce Lorenzo por dentro que deslumbra, chico. E insisto, a mi la milonga esa de que es bueno que llueva no me ha convencido nunca, que llueva encima del embalse y del campo, pero en la ciudad es una mandanga: retrasa las obras de la Expo, ensucia las calles, atora las alcantarillas y, encima, me moja el falso techo de madera. Ay, que las goteras de mi piso y de mi espalda, paarece que no hay quien las cierre.
Al menos, agradezco infinito que entre nubarrón y nubarrón luzca un sol cabezota sobre mi cabeza aún más dura. Inasequible al desaliento, el tiempo corre a mi favor (homenajes a la pirada de mi madre, que a veces da en el clavo cuando me define), y continuo haciendo planes porque tengo que aprovechar mis seis meses de vida antes de que el invierno me encierre en mi cueva de nuevo. A ver si despeja un poco, que ya tengo ganitas de empezar a terracear hasta las tantas, de sentir que el tiempo es mío y que puedo hacer con él lo que quiera...
Ah! y me he apuntado a lo de bizi zaragoza (<-clica), por eso de que las bicicletas son para el verano.
Si es que aquí el único que no se ha enterado de que es verano es el clima, que el pobre con esto del cambio climático no sabe por dónde le sopla el viento.