lunes, 20 de noviembre de 2006

porque yo lo valgo

Il est difficile d'être une femme,
il faut penser comme une homme,
avoir la dignité d'une dame,
ressembler à une jeune fille
et travailler comme une cheval.
A. Colpin

Y nos parece gracioso, que es lo peor. Porque es cierto. Porque somos nosotras las primeras que nos imponemos esta meta inalcanzable que sólo lleva por el camino de la frustración hacia el fracaso. Menuda liberación.
Qué manía tenemos de convertirnos en las eternas víctimas, las eternas mártires. Qué gusto encontraremos en el dolor de la insatisfacción con una misma. Siempre ha sido así y no ha de cambiar. Cuanto mayores sean nuestras libertades y más poder obtengamos, más altos estarán nuestros objetivos para permanecer fuera de nuestro alcance. No podemos permitirnos el lujo de ser humanas porque nuestra conciencia nos exige estar a disgusto con nuestra entrega para que la necesidad de nuevos y mayores sacrificios no cese. Siempre pudimos hacer más de lo que hicimos. Así llegaremos lejos... o nos hundiremos en el intento. En fin, otro día hablaremos de la teoría del "mártir eterno víctima de su propio destino", todo un personaje, ahora muy de moda.

Desconozco si esta actitud responde a un sistema profundamente enraizado con la tradición cristiana de expiar el pecado original a base de continuos sacrificios y ofrendas que, en el fondo, es un pensamiento muy poco práctico para ser femenino... O si más bien es un inteligente comienzo. Una manera de desarrollar sin remordimientos este repugnante egoísmo de nuestra sociedad enferma que juega a ir de víctima para merecer todo y no tener que dar nada. "Porque yo lo valgo". Me asquea esta frase. Tú no vales una mierda, ni yo, ni nadie.

Yo no valgo nada sólo porque sí. Si algo he de tener me lo he ganado y aquello de lo que carezco es porque algo hice para perderlo. Si necesito ayuda, no me siento con el derecho de pedirla porque siento que no he hecho suficiente para merecerla. Sin embargo, pienso que tampoco he hecho nada para dejar de merecer la ayuda que como simple humano se me "debe" brindar. Siento y pienso cosas distintas, para variar. Así debió empezar todo. El "santo" interés acalló la voz del corazón generoso cuya empatía le impedía negar apoyo a quien lo necesitaba y sobrepuso la voz del interés que bien se cuida de convertirnos en víctimas y mártires que todo lo merecen a cambio de nada. Y si no, siempre cabe la estrategia del bien común. Es por el bien común, se dicen. Las mujeres han de luchar por el bien común. El hombre ha de luchar por el bien común. Qué fácil convertimos nuestros intereses en el bien común por el cual todos han de sacrificarse...

Y mientras tanto esta sociedad podrida se acostumbra a sentir y pensar que "ellos lo valen" y les parece que es muy gracioso. Como lo de que las mujeres tienen que ser héroes de cómic capaces de cualquier cosa. Qué gracia nos hacen nuestras más grandes miserias, y qué serios nos parecen nuestros patéticos problemillas del día a día.

jueves, 9 de noviembre de 2006

climatología adversa

Al frío se junta la lluvia y ya mi pesadilla es completa.
Ya, ya me sé la típica respuesta de que la naturaleza lo necesita, pero no me sirve porque las plantas de las ciudades son regadas con regularidad por el servicio de Parques y Jardines. También me sé la otra de que limpia las calles y no me sirve porque en Zaragoza las calles las limpia don Cierzo. El mismo que reúne la mierda en las esquinas y atora las alcantarillas para que la lluvia haga de las calles charcos del tamaño de un pantano aragonés en verano (más o menos por encima del tobillo). Me sé todas las contestaciones de memoria, pero no me curan esta agotadora nostalgia de cielo blanco sin fisuras, sin relieve, tan cercano que me hace dudar que quepa suficiente aire para todos aquí dentro.
Cierro las persianas pero sé que fuera el espacio se ha vuelto finito; pero mucho. Se ha vuelto incluso pequeño. Respiro con profundidad para empujar el aire hasta ese punto de mis pulmones en que se elevan los hombros y parece uno sentirse lleno, pero no me lleno. Oigo un ruido hueco en la parte trasera de mi cabeza que me anuncia la llegada del miedo. El aire silba extraño en mis oídos, lo oigo desde dentro y me asusta. Empujo y empujo, más y más aire. No toco fondo en mis pulmones. Llego al límite físico, no entra más aire, casi me hace daño. Pero no me lleno. Un dolor punzante en la base del diafragma. No cabe más aire pero este aire viene sin oxígeno. El sonido hueco se convierte en espacio hueco. Mi cabeza se vacía por dentro, empezando por atrás. Cuando llegue a la frente, la cabeza me pesará tanto que empujará mi barbilla hacia arriba y el mundo se tornará negro.
Al menos encontraremos un contraste con este cielo tan blanco que duele de mirarlo. Por mucho que respiro no me lleno. Voy todo el día a medio gas porque mis células andan escasas de alimento. Ni los ojos puedo abrir del todo, primero porque la luminosidad agresiva de este cielo me lo impide y segundo porque añoro la cama, el momento en que aún no había abierto los ojos y aún no sabía que hoy no teníamos aire para todos.

jueves, 2 de noviembre de 2006

invierno (w.inter w.inter)

En el espacio hace un frío infinito.

Mi espacio ya no está vacío. Me da miedo pero despierta también mi interés. Es raro esto de escribir sabiendo que alguien puede alguna vez leerlo. Es nuevo. Me gusta mantener al margen mi yo del mundo, quien realmente soy del personaje con el que convivo. Mi personaje no es perfecto, pero es infinitamente cómodo: me permite equivocarme y acertar sin una verdadera motivación, sin una implicación absoluta... es como que no va conmigo la cosa y además sólo lo sé yo. Mucho mejor, odio dar explicaciones. Pero mi personaje no sabe leer ni escribir, nunca le enseñé porque no quise que robara mi vida. Mi vida transcurre en el breve espacio de tiempo que sucede entre los inconsecuentes actos y palabras que profiere continua e irrefrenablemente mi personaje y las escasas horas de soledad en las que me deshago de ambos para no perder mi independencia moral, para no ahogarme entre el insulso charloteo de mi persona y la excesiva profundidad de los oscuros recovecos de mi yo atormentado, para no tener que enfrentarme a recuerdos, sentimientos y demás basura emocional. Mi vida, ese mundo paralelo, puede incluso solaparse con las actuaciones de mi persona, que a veces no requieren ni un 15 por ciento de mi actividad intelectual para ser llevadas a cabo, y me dan un amplio margen de movimiento. Sin embargo, mi yo no suele actuar en el exterior, se mantiene refugiado y sólo sale al frío que nos rodea abrigado por letras, sonidos, acordes y demás barullos creativos. Igual es porque es la única forma que tiene de comunicar su ser o igual es porque llegó hace un tiempo a un pacto con mi persona y decidieron repartirse el trabajo. Uno piensa (quizás) y el otro actúa. Uno protege al otro, a fin de cuentas.

Hoy he abierto la ventana y corría frío. Llega el invierno y con él la oscuridad de los cielos grises. El deseo de escapar de las calles heladas, de refugiarse en el silencio tras la ventana y no ser testigo de la nada que nos acecha fuera, de los cambios de humor insondables que acarrea la escasez de luz solar. El cansancio ocular de un día bajo el neón, que se junta al fruncir de cejas cuando el viento maltrata las córneas resecas. El olor de las manos que han sudado la nicotina dentro del bolsillo. La pérdida de unos veinte grados de visión por encima del horizonte urbano tras calar la barbilla en el pecho. La tristeza, la nostalgia, la moquita que resbala hacia el orificio de mi nariz y humedece mis barruntos tan, tan lejos de la cordura. El encierro que no me deja respirar. La oscuridad que me consume.

Sólo hay algo en que estemos de acuerdo los tres. Odiamos el invierno.

En el espacio, dicen, hace un frío infinito.

domingo, 29 de octubre de 2006

¿qué significa "irenedxs"?

Yo parece que viva cansada pero no es el caso. Sin embargo, comienzo de nuevo elevando una queja hastiada que me lleva a poner en conocimiento de mi espacio vacío otro razonamiento que para mí resulta archiconocido pero que, al parecer, su repetición no es baldía. Sería quizás más interesante la respuesta a la pregunta: “¿quién eres?”; o más aún: “¿qué eres?”. Ésta última podría resultar fascinante, aunque inabarcable. A veces me siento incognoscible para mí misma. Pero eso me hace más interesante ante mis ojos. Ante los tuyos no sé porque no los veo.
Pero no se trata de ninguna pregunta de carácter filosófico, es más bien una memez de orden práctico: “¿qué significa irenedxs?”. ¿Cuántas veces me habrán preguntado esto desde el año 95?.
Partamos de la premisa de que no sabes inglés, lo cual pone las cosas más fáciles porque si pregunto, todo el mundo sabe inglés. Siempre es falso. Continúo. Las letras en inglés se leen contando con el sonido de la consonante y algunas vocales de apoyo. (Por ejemplo, en español la “ñ” se llama “eñe”). En el caso que nos ocupa, tenemos mi nombre y tres consonantes que, leídas en inglés, suenan: “di”, “ex”, “es”. Todo seguido suena: “diexés”. Los angloparlantes, muy dados a jugar con la reducción de palabras, reconocen rápido en este sonido dos palabras: “the” y “excess”. Ante vocal, el artículo “the” se pronuncia con “i”, por cierto. Como habíamos partido de la base de que no sabías inglés, te aclararé que “the excess” se traduciría por “el exceso”. De modo que quedaría mi nombre : “irenedxs” [irenediexés, leído correctamente] como Irene “el exceso”.
No era tan complicado, ¿no?
Así que, recuerda, cuando tus ojos recompongan el mosaico titilante de los píxeles que dibujan mi nombre sobre la pantalla no te permitas la cutrada de escuchar dentro de tu cabeza “irenedequisese”, por favor. Ahora que ya lo sabes piénsame con corrección: “irenediexés”. Además queda mucho mejor, dónde va a parar.

martes, 17 de octubre de 2006

cerrando un ciclo siniestro

Terriblemente cansada de tanto escucharme, he decidido compartir con nadie mi atribulada vida interior.
Cerraré pronto con un trozo de metal, al más puro estilo bucanero, atravesado en mi cuerpo el final de este siniestro ciclo. Ubicando, como no podía ser de otra manera, el vil metal en susodicho lado de mi anatomía. De este modo arrastraré el peso más liviano del recuerdo ya que el devenir de los acontecimientos parece ir cerrando las brechas y la bruma comienza a dispersarse del campo de batalla. Entre jirón y jirón se ven manchas de sangre, algún colgajo orgánico e incluso restos reconocibles de lo que antes era yo y actualmente es un fantasma. O al menos se comporta como tal. Aparece y desaparece sin avisar, me da sustos, hace ruidos en la oscuridad y mueve las cosas de sitio. Eso hace mi yo cuando no miro. Me tiene agotada.
Pronto el animalico tendrá su espacio, su sistema y su rutina. Mearé convenientemente las esquinas de mi casa y me sentiré más segura. Hoy vivo mi camino con la mirada fija sobre mi cogote de las rapaces, los aullidos de los lobos en la madrugada y los gritos de las hienas, que no me dejan ni comer tranquila. Pronto me sumergiré en mi burbuja y sólo tendré que salir cuando mi persona me lo pida. Qué bien.
Bueno, me dejo.
Hasta otra