Il est difficile d'être une femme,
il faut penser comme une homme,
avoir la dignité d'une dame,
ressembler à une jeune fille
et travailler comme une cheval.
A. Colpin
Y nos parece gracioso, que es lo peor. Porque es cierto. Porque somos nosotras las primeras que nos imponemos esta meta inalcanzable que sólo lleva por el camino de la frustración hacia el fracaso. Menuda liberación.
Qué manía tenemos de convertirnos en las eternas víctimas, las eternas mártires. Qué gusto encontraremos en el dolor de la insatisfacción con una misma. Siempre ha sido así y no ha de cambiar. Cuanto mayores sean nuestras libertades y más poder obtengamos, más altos estarán nuestros objetivos para permanecer fuera de nuestro alcance. No podemos permitirnos el lujo de ser humanas porque nuestra conciencia nos exige estar a disgusto con nuestra entrega para que la necesidad de nuevos y mayores sacrificios no cese. Siempre pudimos hacer más de lo que hicimos. Así llegaremos lejos... o nos hundiremos en el intento. En fin, otro día hablaremos de la teoría del "mártir eterno víctima de su propio destino", todo un personaje, ahora muy de moda.
Desconozco si esta actitud responde a un sistema profundamente enraizado con la tradición cristiana de expiar el pecado original a base de continuos sacrificios y ofrendas que, en el fondo, es un pensamiento muy poco práctico para ser femenino... O si más bien es un inteligente comienzo. Una manera de desarrollar sin remordimientos este repugnante egoísmo de nuestra sociedad enferma que juega a ir de víctima para merecer todo y no tener que dar nada. "Porque yo lo valgo". Me asquea esta frase. Tú no vales una mierda, ni yo, ni nadie.
Yo no valgo nada sólo porque sí. Si algo he de tener me lo he ganado y aquello de lo que carezco es porque algo hice para perderlo. Si necesito ayuda, no me siento con el derecho de pedirla porque siento que no he hecho suficiente para merecerla. Sin embargo, pienso que tampoco he hecho nada para dejar de merecer la ayuda que como simple humano se me "debe" brindar. Siento y pienso cosas distintas, para variar. Así debió empezar todo. El "santo" interés acalló la voz del corazón generoso cuya empatía le impedía negar apoyo a quien lo necesitaba y sobrepuso la voz del interés que bien se cuida de convertirnos en víctimas y mártires que todo lo merecen a cambio de nada. Y si no, siempre cabe la estrategia del bien común. Es por el bien común, se dicen. Las mujeres han de luchar por el bien común. El hombre ha de luchar por el bien común. Qué fácil convertimos nuestros intereses en el bien común por el cual todos han de sacrificarse...
Y mientras tanto esta sociedad podrida se acostumbra a sentir y pensar que "ellos lo valen" y les parece que es muy gracioso. Como lo de que las mujeres tienen que ser héroes de cómic capaces de cualquier cosa. Qué gracia nos hacen nuestras más grandes miserias, y qué serios nos parecen nuestros patéticos problemillas del día a día.
il faut penser comme une homme,
avoir la dignité d'une dame,
ressembler à une jeune fille
et travailler comme une cheval.
A. Colpin
Y nos parece gracioso, que es lo peor. Porque es cierto. Porque somos nosotras las primeras que nos imponemos esta meta inalcanzable que sólo lleva por el camino de la frustración hacia el fracaso. Menuda liberación.
Qué manía tenemos de convertirnos en las eternas víctimas, las eternas mártires. Qué gusto encontraremos en el dolor de la insatisfacción con una misma. Siempre ha sido así y no ha de cambiar. Cuanto mayores sean nuestras libertades y más poder obtengamos, más altos estarán nuestros objetivos para permanecer fuera de nuestro alcance. No podemos permitirnos el lujo de ser humanas porque nuestra conciencia nos exige estar a disgusto con nuestra entrega para que la necesidad de nuevos y mayores sacrificios no cese. Siempre pudimos hacer más de lo que hicimos. Así llegaremos lejos... o nos hundiremos en el intento. En fin, otro día hablaremos de la teoría del "mártir eterno víctima de su propio destino", todo un personaje, ahora muy de moda.
Desconozco si esta actitud responde a un sistema profundamente enraizado con la tradición cristiana de expiar el pecado original a base de continuos sacrificios y ofrendas que, en el fondo, es un pensamiento muy poco práctico para ser femenino... O si más bien es un inteligente comienzo. Una manera de desarrollar sin remordimientos este repugnante egoísmo de nuestra sociedad enferma que juega a ir de víctima para merecer todo y no tener que dar nada. "Porque yo lo valgo". Me asquea esta frase. Tú no vales una mierda, ni yo, ni nadie.
Yo no valgo nada sólo porque sí. Si algo he de tener me lo he ganado y aquello de lo que carezco es porque algo hice para perderlo. Si necesito ayuda, no me siento con el derecho de pedirla porque siento que no he hecho suficiente para merecerla. Sin embargo, pienso que tampoco he hecho nada para dejar de merecer la ayuda que como simple humano se me "debe" brindar. Siento y pienso cosas distintas, para variar. Así debió empezar todo. El "santo" interés acalló la voz del corazón generoso cuya empatía le impedía negar apoyo a quien lo necesitaba y sobrepuso la voz del interés que bien se cuida de convertirnos en víctimas y mártires que todo lo merecen a cambio de nada. Y si no, siempre cabe la estrategia del bien común. Es por el bien común, se dicen. Las mujeres han de luchar por el bien común. El hombre ha de luchar por el bien común. Qué fácil convertimos nuestros intereses en el bien común por el cual todos han de sacrificarse...
Y mientras tanto esta sociedad podrida se acostumbra a sentir y pensar que "ellos lo valen" y les parece que es muy gracioso. Como lo de que las mujeres tienen que ser héroes de cómic capaces de cualquier cosa. Qué gracia nos hacen nuestras más grandes miserias, y qué serios nos parecen nuestros patéticos problemillas del día a día.