A veces las personas me obligan a enfrentarme a mí misma. Lo cierto es que no me gusta pero creo que me hace bien. Observar mi comportamiento con los demás me enseña muchas cosas de cómo soy, de cuáles son mis miedos… aunque la lástima es que por ahora sólo me ha reportado conocimientos sobre mis propios defectos, aún estoy esperando que venga de regalo alguna solución. Eso no lo veo por ningún lado. No me quejo, no, no es eso. Pero me encantaría que cuando me doy cuenta de lo que hago mal, se me ocurriera algo más que: “no lo hagas así”. Me encantaría que me viniera a la cabeza el cómo hacerlo mejor, o como no repetir los mismos errores hasta la saciedad.
Por ejemplo, mi cobardía emocional me impide implicarme con la gente. Ese continuo miedo a que la gente me haga daño hace que nunca abra la puerta del todo. Cierto es que antes ni la abría, ahora al menos la abro un poquito. Pero no sé cómo encontrar un punto medio entre mostrarme tal y como soy, y esconderme del mundo. Si me muestro tal y como soy lo hago a lo burro y asusto a cualquiera. Si no, me siento incómoda y acabo cansándome de la situación y me alejo, perdiendo posibilidades de felicidad por el camino, rodeando la misma posibilidad de que alguien pueda quererme realmente.
Ahora estoy en un punto de estos en los que no sé qué hacer. Quiero ser yo pero tengo miedo a espantar a quien tengo al lado, o incluso de espantarme a mí misma de mi propia persona. Quiero ser yo, pero sin pasarme de mí. Lo que pasa es que no sé quedarme en el punto medio, el del equilibrio. Si empiezo a hablar de mí, a dar esos datos del pasado de uno que explican el carácter, la personalidad… si empiezo a hablar no hay equilibrio que valga. Nada en mi vida pasada ha sido equilibrado. Si no lo explico, no puedo entregarme porque no puedo abrir mis puertas ocultando el interior. Es difícil, vamos, poderse se puede, pero no es especialmente cómodo para nadie andar a tientas por la oscuridad de una casa ajena llena de sorpresas por las esquinas. Y además yo cuando me siento incómoda hago aún más cosas raras que cuando me siento cómoda y en confianza. Al final es siempre lo mismo, o huyo o hago huir. Me quedo sola y sé que, en el fondo, es como mejor estoy.
No sé. Me enfrento a mis mecanismos de defensa y me parecen absurdos desde este lado de la línea, pero sé que cuando me han atacado han sido estos los que me han dado elementos para sobrevivir. Prescindir de ellos sería una locura. Además me haría sentir tan insegura que seguro que sería peor.
Parece que esté dando a entender que es un problema sin solución. No es eso. Aunque es probable que en una vida entera no me dé tiempo a aprender a ser persona, a no andar dando tirones y bandazos. Intento ser mejor cada día, o así. Ocultar la cabeza bajo tierra no aparta los problemas, te los mete por el culo.
Por ejemplo, mi cobardía emocional me impide implicarme con la gente. Ese continuo miedo a que la gente me haga daño hace que nunca abra la puerta del todo. Cierto es que antes ni la abría, ahora al menos la abro un poquito. Pero no sé cómo encontrar un punto medio entre mostrarme tal y como soy, y esconderme del mundo. Si me muestro tal y como soy lo hago a lo burro y asusto a cualquiera. Si no, me siento incómoda y acabo cansándome de la situación y me alejo, perdiendo posibilidades de felicidad por el camino, rodeando la misma posibilidad de que alguien pueda quererme realmente.
Ahora estoy en un punto de estos en los que no sé qué hacer. Quiero ser yo pero tengo miedo a espantar a quien tengo al lado, o incluso de espantarme a mí misma de mi propia persona. Quiero ser yo, pero sin pasarme de mí. Lo que pasa es que no sé quedarme en el punto medio, el del equilibrio. Si empiezo a hablar de mí, a dar esos datos del pasado de uno que explican el carácter, la personalidad… si empiezo a hablar no hay equilibrio que valga. Nada en mi vida pasada ha sido equilibrado. Si no lo explico, no puedo entregarme porque no puedo abrir mis puertas ocultando el interior. Es difícil, vamos, poderse se puede, pero no es especialmente cómodo para nadie andar a tientas por la oscuridad de una casa ajena llena de sorpresas por las esquinas. Y además yo cuando me siento incómoda hago aún más cosas raras que cuando me siento cómoda y en confianza. Al final es siempre lo mismo, o huyo o hago huir. Me quedo sola y sé que, en el fondo, es como mejor estoy.
No sé. Me enfrento a mis mecanismos de defensa y me parecen absurdos desde este lado de la línea, pero sé que cuando me han atacado han sido estos los que me han dado elementos para sobrevivir. Prescindir de ellos sería una locura. Además me haría sentir tan insegura que seguro que sería peor.
Parece que esté dando a entender que es un problema sin solución. No es eso. Aunque es probable que en una vida entera no me dé tiempo a aprender a ser persona, a no andar dando tirones y bandazos. Intento ser mejor cada día, o así. Ocultar la cabeza bajo tierra no aparta los problemas, te los mete por el culo.