jueves, 16 de agosto de 2007

veinte años no es nada

Supongo que a todos nos pasa lo mismo con esto de las vacaciones, que duren lo que duren siempre se hacen cortas. Estoy sentada dentro del edificio del ayuntamiento porque en los bancos de piedra de la plaza se me congelan los dedos... en el Pirineo el verano acaba aún más pronto. Eso aún no ha cambiado con esto del cambio climático, lo que sí ha cambiado es la comunicación; no hubiera nunca soñado internet inalámbrica en la plaza de Ansó. Me quedan tres días de vacaciones y no he tenido bastante. Quiero más tiempo para mi. Me gusta. Me sienta bien.Me llega el barullo de la chiquillería en la plaza, los botes de un balón y los coros desafinados y desacompados de un número incierto de niñas que aúllan, más que cantan, "Volver, con la frente marchita... sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada". Es tan gracioso oirlas cantar esta canción cuyo contenido no alcanzan a entender... o sí. Yo creo que cuando era pequeña sí era muy consciente de que la vida es un soplo y que veinte años no eran nada, pero supongo que lo mío era más bien un mecanismo de defensa. No superan los 10 años y cantan con pasión que veinte no son nada. Cuando el verano dura tres meses, veinte años es una inmensidad. Cuando las vacaciones duran 15 días, veinte años vuelan entre los dedos como una pluma, que se pierde despacio en el tiempo, en el espacio.

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