lunes, 16 de julio de 2007

la teoría del caos

Ayer descubrí un blog en el que un tío hablaba de la curiosa experiencia personal que supone darle vueltas al hecho de la existencia desde un punto de vista meramente teórico. Por ejemplo, considerando el dolor físico como una herramienta más del cuerpo para alcanzar su objetivo de supervivencia: “Te duele, luego cúrate”. O bien, considerando el desasosiego causado por el fracaso social como una alarma del cerebro ante la posibilidad de perder puntos en la carrera por la reproducción de la especie: “Si no te relacionas con hembras no lograrás que tu carga genética perviva”. Me sonaba el razonamiento. Realmente curioso. Con los mismos elementos iniciales y un nivel de conocimientos similar, hombres y mujeres alcanzamos las mismas conclusiones, pero caminando por veredas diferentes. Claro, la máxima en esta comparación teórica es que existe un motivo para esta diferencia innegable entre los géneros en la hiperdesarrollada raza humana. A veces creo que es todo tan sencillo como que complicamos todo para entretenernos (¿Para evitarnos qué? Puf, nuestros miedos ancestrales son objeto de estudio infinito, lo dejamos para otro momento). Y, como bien decía el amigo del blog, tiene que existir una buena razón para que nuestro cerebro consuma tal cantidad de energía. La propia existencia de los humanos es carísima en términos de energía…
Y de aquí salto, (llevada por un exceso de azúcar en el té de esta mañana, que me ha dejado especialmente hiperactiva), y sin solución de continuidad, a parlotear de la teoría del caos, que me gusta mucho. Viene a decir (simplificando mucho) que, como la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma, y partiendo de la base de que cualquier proceso supone un consumo de energía, y que la matería prima de las partículas de los átomos es energía y está en movimiento contínuo, desprendiendo parte de sí al espacio continuamente… El mundo se reduce a no más que dos grupetes de partículas de energía, las usadas y las que se van a usar. Mientras nos quede algo en el montón de las que se van a usar, habrá movimiento y habrá vida; pero se gastarán y llegará un momento en que el espacio sea un sopicaldo de partículas de energía transformadas y ya no habrá nada. Entendiendo por algo el movimiento de energía (es decir, materia y teoría). Cuando ya no exista ese desnivel entre los dos grupos de partículas se llegará al caos, por eso lo de “teoría del caos”, que será el fin del mundo conocido. Esto funciona del siguiente modo: cuanto mayor es el movimiento (entendido en toda su amplitud), mayor es el “consumo” de energía y más se acerca el temido momento en que se nos gaste la energía “vírgen”.
Siempre he dicho que yo cambiaría el mundo. Seguro. Con toda la actividad que desarrollo soy culpable de la transformación (que no destrucción) de cantidades ingentes de energía y yo solita acerco el fin del mundo a pasos agigantados. Últimamente más si cabe. Estoy venga a soltar descargas eléctricas. Pero de las pequeñitas, de las que van de neurona a neurona. Intento avergiguar porqué narices estoy insatisfecha (y no me refiero sólo a la parte sexo-adicta de mi naturaleza… que también, pero no viene al caso). Siento un grande pero silencioso vacío emocional que me tiene intrigada. Ni me faltan ni me sobran motivos. Ando apática y eso no es corriente en mí. Supongo que tendrá una explicación mucho más simple que todo lo que mi psicótico y desmadejado cerebro sea capaz de inventar… probablemente algo relacionado con la satisfacción de las necesidades primarias. Pero como, duermo y me socializo con normalidad. Igual al final, todo es mucho más complicado dentro de su eterna sencillez de la balanza de partículas. Y menos mal, porque de algún modo tendremos que entretenernos… y, ¿para evitarnos qué? Será que me persigue un miedo ancestral y no me he dado ni cuenta. O será que viene la temporada del bikini y me veo con 4 kilitos de más y de un grano de arena hago un castillo. Ni tanto ni tan poco, ¿no?
Menudo caos. Nunca mejor dicho, porque somos tan tan tan pequeñitos… partículas de energía concatenadas en un orden concreto; un poco de desorden y pasamos de persona a mosca sin darnos ni cuenta. ¿Kafka había oído hablar de la teoría del caos?

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