Me siento encerrada. Queda un cuarto de hora para que dé la hora a la que me voy a ir, que no coincide exactamente con la hora a la que me tendría que ir, pero me da igual. He comido un cutre-sandwich de máquina para ganar tiempo y me voy antes. Al que no le guste que me lo venga a explicar. Yo con esa señora no pienso volver a hablar.
Ya sé que no llego, que Santiago ya ha colgado el teléfono. Como siempre, antes de despedirse. Con lo que me había costado a mí que el hombre dijera "hola" y "adios" y hasta que me preguntara por mí. Y cuando lo consigo, me vuelve a las andadas.
De todos modos, no puedo perder la esperanza. Es que me es imposible, es una cosa que es superior a mi completamente. Ahí sigue la pobre, empecinada en que cuando yo llegue va a suceder algo extraordinario que me permita decirle adios. Tiene una carita... agazapada en una esquinita bajo la mesa. Me mira a mí, mira al reloj, y sigue con ese brillo en los ojos, convencida de que nos dará una oportunidad el destino.
Pero el destino está ocupado en otras cosas., creo...
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2 comentarios:
O no.... todo depende de como se mire y del espíritu con que se afrontan las cosas. Si necesitas cualquier cosa, por aqui me ando.
Mil besos y un poquin de mi energia ;)
Aúlla, aúlla fuerte!!
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