miércoles, 7 de enero de 2009

Sin chaqueta y con los brazos al viento

Inasequible al desaliento.
Que no se llama apatía, ni egoísmo, ni inconsciencia, ni falta de responsabilidad, que lo mío se llama alegría por vivir. Pase lo que pase, todo es positivo mientras haya vida. Si es que no me canso de decirlo. Y ojo, que soy consciente de que lo mío es de admirar. Ni yo misma entiendo cómo le sigo sonriendo a la desgracia con toda mi cara, bonita. Bueno, quizás por la desgracia no existe. No al menos en mi vida. Cuenta, mirando las imágenes de la escuela de Gaza, quién tiene narices para quejarse de los designios de su fácil y dulzona vida occidental.
¿Maltratos? Nos dieran un máster con sus nueve años los ojos negros que nos agarran desde las fotos de Sebastião Salgado.
¿Abusos? Sin palabras tras el burqa de las niñas afganas.
¿Quejarnos? No deberíamos sólo porque, al menos, nosotros podemos. Y deberíamos antes hacerlo por ellos, que por nuestros destinos enteros.
En este mundo de locos nos tocó vivir sin chaqueta de fuerza y eso de por sí es una gran suerte.
Vivimos mejor de lo que merecemos. O tampoco es eso. Merecemos vivir lo que tenemos, pero estamos obligados a valorarlo y a no hacer dramas de pequeños contratiempos que de ninguna manera pueden enturbiar las aguas de nuestro ario, europeo, sencillo reflejo. Que no me quejo. No porque no quiera, sino porque no puedo. Que me sale sólo, porque si de mí dependiera, yo creo que alguna vez me hundiría, pero chico, yo me dejo arrastrar por mi infinito agradecimiento, que ni tan mal.
Podría decir que este año los reyes se han portado requetemal conmigo. Me trajeron otro tímpano roto (ya me jode ser cada día más sorda), un vacío en mi corazón y una compañera de piso mudada en 24 horas al norte. Y por si fuera poco, frío y nieblas. Y yo que me veía así un poco en el aire inestable, me planté en casa de una amiga, con mi sordera, mi mareo y mi fiebre bajo el brazo porque pasaba de comerme la olla con tanto revés solita en casa. Es que Ona me da mucho amor pero conversación lo que se dice conversación, más bien poca.
Y aquí ando, de vuelta al tajo, con menos ganas que antes, si cabe. Pero fuera el sol ilumina los tejados de uralita de las naves cercanas y me reflejan la pantalla. Que no veo ni pijo, pero me da igual porque tampoco es que me esté matando a trabajar. Y el cartel de SALIDA que pende sobre la puerta está caído del lado derecho y cada vez que lo miro me hace reir porque no sé si me está llamando "salida", o me está llamando a salir a escape de este trozo de irrealidad asumida.
Me gusta la oficina cuando está vacía porque parece que está uno más en casa todavía. A gustito.
Y ando a vueltas con el caralibro, que es un saco de sorpresas. Pienso nombres de gente a la que hace años que no veo y los escribo en la cajita blanca de arriba y espero a ver qué pasa. Y, caray, no sabes cuánta gente está aquí metida (aseguran que más de 150 millones de usuarios en el ancho mundo). Pero no me atrevo a agregarles porque aún no me quiero tanto ni estoy tan segura de todo y me da mucha vergüenza, así en general. Pero les miro los amigos, a ver si reconozco a alguien. ¿Te imaginas?. Y luego me da por pensar que alguien haya hecho eso conmigo en alguna ocasión. Pero también me da por pensar que quién diantres se irá ahora a acordar de mí, si tantos años han pasado, y para qué. Porque yo tampoco sé para qué busco a la gente. Porque soy una cotilla, intuyo. Para ver qué pinta tienen, igual. Lo más cutre es que no me atreva a dar señales de vida. Me siento un poco espía.
Últimamente me ha dado por buscar a los del cole. Desde que reapareció Begoña en mi vida, me ha vuelto esa fiebre del "vamos a juntarnos los del cole en una cena-remember" que parecía ya escondida. Se abrió el cajón y con él un armario entero de recuerdos. La mayoría preciosos como un día de verano en una isla. Los malos, dentro de mi especial estilo de vida, han sido borrados sin dejar huella alguna. Juro que no recuerdo nada malo de mis días de colegio. Y si algo malo había, ya muté la tragedia en alegría. Que no digo que no tenga malos recuerdos de mi infancia. Millones. Pero ninguno en el colegio, pues era mi válvula de escape, el lugar donde me sentía libre y viva. Me pregunto si todos guardamos ese recuerdo magnífico del Eliseo Godoy o soy yo que me paso de optimista. O de lista...
Y ¿mañana? mañana sol... y buen tiempo!

3 comentarios:

Mozartiano dijo...

"En este mundo de locos nos tocó vivir sin chaqueta de fuerza y eso de por sí es una gran suerte."

Esta és la que mas me gusta de todas! Vamos a aprovecharlo, no?

Un besin!

Dani.

irenedxs dijo...

Qué jodío el tío... me has dejado a cuadros, así en un primer momento. No tenía demasiado claro quién eras. Esto de los nombres ya te dije q se me da muy mal... pero soy testaruda (se me nota la sangre aragonesa, a pesar de todo) y me niego a aceptar una derrota tan fácilmente. Y después de dar bastantes vueltas, ya lo tengo claro. [Creo]
Lo q no tengo nada claro es... cómo me has encontrado en el lado oscuro de la luna si no se ve desde abajo?
Me alegro por ello.
Dos besines!

Mozartiano dijo...

Con un poco de suerte y mucha curiosidad todo se consigue.